HALLOWEEN (2018), don’t hate the player…

Halloween

La mejor secuencia de esta nueva entrega de “Halloween” resume las virtudes que su director y co-guionista, David Gordon Green, no supo (pudo) aplicar al resto del metraje. En ella vemos a la protagonista, Laurie Strode, aferrada a un rifle de corto alcance mientra recorre los pasillos de su vieja casa en busca del todopoderoso, incluso con 40 años más en sus articulaciones, Michael Myers. La cámara sigue sus gestos de terrible incertidumbre ante lo que cada sombra o esquina puedan aguardar. El sonido se limita a registrar sus pasos, su agitación y el estruendoso cierre de unas puertas de metal que Laurie activa al despejar uno a uno los espacios que no muestran rastro del asesino enmascarado. La suma de todos estos elementos resultó en una atmósfera incómoda, incierta y amenazante. Finalmente, aunque sea en el por unos breves minutos, pude sentir que la integridad de nuestra protagonista estaba en riesgo.

Terminado este momento, reapareció Hollywood.

Y lo hizo a través de una narración predecible e inofensiva, repleta de sub-tramas y artilugios técnicos que lejos de potenciar el tema principal de la historia, esto es, el enfrentar nuestros miedos antes que se conviertan en un legado para nuestro entorno más cercano, la redujeron a un cliché taquillero con personajes diseñados para entretener y asustar (siempre en ese orden) incluso sin con ello se sacrificaba el más leve grado de empatía con el espectador.

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Semejante sarta de adjetivos encuentran su razón de ser no en el artista detrás de la cámara, sino en una industria que desde hace algunos años viene usando el prestigio de cineastas independientes como Gordon Green para darle cierto grado de frescura e innovación a sus productos más cansinos: remake$, reboot$, adaptaciones de best-sellers o, como en este caso, franquicias que no encuentran mayor razón de ser que el exprimir cada euro de nuestra billetera apelando a la nostalgia de aquellas décadas que, al menos en cuestiones de cinefilia, fueron indudablemente mejores.

» […] Gordon Green dirige esta película con cierta imposición por lo superficial y genérico, como si su inclusión en el rodaje hubiese sido tan solo para unir un número de secuencias ya aprobadas por unos trajeados ejecutivos de Hollywood«

Autor de cintas con una tremenda carga dramática como “George Washington” (2000), “All the real girls” (2003) y la no tan lejana “Joe” (2013), Gordon Green dirige esta película con cierta imposición por lo superficial y genérico, como si su inclusión en el rodaje hubiese sido tan solo para unir un número de secuencias ya aprobadas por unos trajeados ejecutivos de Hollywood. Así puede verse en momentos donde la violencia es explícita y vulgar (algo imperdonable teniendo al propio Carpenter como productor ejecutivo), el accionar de algunos personajes tiene tan poco sentido como algunas de sus decisiones, y el tono, que por momentos alcanza una real sensación de suspenso, se ve contaminado por matices de comedia que van desde lo insustancial (la pareja de policías) hasta lo expositivo (la conversación inicial de los adolescentes).

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Ante una realización plana y carente de estilo, “Halloween” apuesta por el aporte de sus más emblemáticas figuras: John Carpenter y Jamie Lee Curtis. Por el lado del maestro neoyorquino, quien vive feliz mientras cada remake o secuela venga con un cheque a su nombre (“Halloween: The Inside Story”, 2010, minuto 1:22:02), tenemos la composición de la banda sonora, sumando al ya clásico tema principal de la franquicia ciertos matices que saben potenciar ciertas secuencias de puntual y fugaz tensión. Lee Curtis, “scream queen” absoluta de finales de los 70’s, capitaliza como puede un guión por momentos redundante (“Mi madre tiene un problema con el alcohol”, comenta un personaje momentos después de ver a la susodicha beber sin respiro una copa llena de vino tinto) y cuya lógica interna estuvo fuertemente condicionada por las reglas del género al que pertenece.

Dicho todo esto, la maquinaria no se detiene. En alguna oficina de Los Ángeles, entre puros y tequila, un puñado de ejecutivos salivan el último catálogo de coches, mansiones y trajes lujosos, seguros de los millones de dólares que la próxima entrega de esta franquicia les concederá. Bien por ellos. Y también por quienes, ante cada secuela, reboot o remake, sabemos apreciar el inmenso valor de aquella primavera de 1978, cuando John Carpenter y un grupo de amigos se juntaron para hacer cine. De eso se trata todo.

Nota: Todas las imágenes usadas en esta crítica son ajenas a mi propiedad.

Acerca de blagger

Cinéfilo comprometido en disfrutar, cuidar y difundir todo lo que tenga relación con el cine.
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